Cuando no nos quieren se nota

23.05.2015 21:31

Hoy me he despertado paralizada. He tenido un sueño que no he escogido yo. Sin duda alguna ha sido mi inconsciente la causante de semejante velada, así que le he dado las gracias por pasarme por los morros durante toda una noche los recuerdos que quiero olvidar. No creo que sea posible olvidar, pero al menos sé que hasta esta mañana estaban perdiendo fuerza en mis pensamientos. Me he despertado como si el tiempo no hubiera transcurrido, con las heridas abiertas, sangrando y sin entender nada.

Se me ocurren dos cosas: que los vínculos extra sensoriales existen y que la otra persona ha querido transmitirme ese “bonito” regalo, una vez más…; o que mi inconsciente todavía necesita ser trabajado. En cualquier caso lo tendré que resolver. La cuestión es que la mañana ha transcurrido con ciertos tintes de resentimiento, recuerdos resucitados y monólogos internos.

Estaba friendo un huevo cuando al cogerlo con la espumadera me he dado cuenta de que mantenía una conversación ficticia con mi ex pareja, llamándole “cobarde” sin cesar y con un resentimiento puro. En ese contexto de negatividad el huevo se me ha enganchado en la espumadera y ha acabado volcándose sobre la encimera de la cocina. Obviamente la yema ha quedado destrozada y no me quedaban más huevos en la nevera.

Aunque parezca una tontería, o dicho de otra manera, aunque parezca algo demasiado evidente, cuando hacemos las cosas sin amor salen sin amor. Cuando actuamos con resentimiento, el resentimiento nos viene de vuelta con un lacito y una dedicatoria. Y desde luego, cuando vivimos en un estado de negatividad, no atraeremos nada más que negatividad. ¡Aun así seguimos haciéndolo!

Me he quedado un rato mirando al huevo deformado. Según lo ponía en el plato con algo más de cariño, como si me sintiera culpable de su “muerte”,  me han venido dos recuerdos a la mente.

Estábamos haciendo mi traslado. Por fin me mudaba a su casa, aunque se supone que había escogido aquel piso pensando en los dos. Me estaba ayudando a bajar mis cajas al coche cuando percibí que había cierta tensión y nerviosismo en el ambiente. No me sentía cómoda. Él me estaba metiendo prisa continuamente, hiciera lo que hiciera. Sabía que aquel día no acertaría con nada, así que pensé que era mejor tomármelo con buen humor. De pronto le oí quejarse detrás de mí. Me giré y vi que una de mis cajas se le había roto en plena calle. Todas mis “cositas” estaban sobre la acera, abandonadas, maltratadas y humilladas. Me sentí exactamente igual que ellas. Le pedí que fuera un poco más cuidadoso con las formas, pero tampoco acerté con el comentario.

Algo me decía que no era “bienvenida” en su casa. Como dice Elsa Punset, “no es magia, es inteligencia emocional”.

Pasaron apenas dos semanas con otros tantos detalles que prefiero no airear, pero hay un segundo recuerdo que contaré ya que es el que me ha venido cuando miraba al huevo frito que yacía humillado en mi plato de este mediodía.

Acabábamos de llegar del trabajo. Era una tarde de Junio. La semana siguiente tenía que viajar por trabajo a Rumanía. Estábamos en la cocina, casi sin hablarnos. Él se movía de un lado a otro con mucha energía, como si sintiera una ira contenida. Era de esos momentos en los que prefería pasar desapercibida por miedo al rechazo. Le dije que me iba al cine con una amiga. No sé lo que me respondió pero recuerdo que lo hizo de muy mala manera. Estaba guardando algo en el armario cuando le pregunté si le pasaba algo o si algo que había hecho le había molestado. Se giró casi a gritos, diciéndome que no le pasaba nada. Al girarse con tanta rabia arrastró sin querer mi taza con forma de vaca, que él mismo me había regalado porque sabía que me encantaban las vacas. Cayó al suelo y se rompió en mil pedazos. Me quedé mirando los trozos en el suelo con unas ganas inmensas de llorar. Él ni se inmutó. Cogió la escoba, barrió el suelo y se desprendió de lo que ya era inservible.

A los pocos días vino la ruptura.

A veces no queremos ver las señales que se muestran a nuestro alrededor. Cuando no nos quieren se nota. Es fácil de intuir. Nuestras cosas y todo lo que tiene que ver con nosotros no son tratados con amor. Podemos ponernos una venda en los ojos, ser cobardes y seguir adelante con la situación (si es que se nos permite)… pero entonces nos convertiremos en los únicos responsables de nuestra desdicha.

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