El amor propio y el sentido de la responsabilidad

09.07.2016 19:43

Hay algo que no consigo comprender sobre una de las muchas actitudes generalizadas del ser humano ante la vida. Creo que es bien poco discutible que cuando alguien critica algo que nos pertenece nos sentimos heridos. Tal vez es un sentimiento que deberíamos saber gestionar ya que no siempre somos nosotros los culpables del hecho en sí, pero al caer bajo nuestra "propiedad" nos sentimos atacados de forma directa.

Como ejemplo de lo anterior podríamos imaginarnos que la mochila que nos acaban de regalar tiene un pequeño bolsillo exterior prácticamente inservible y que además perjudica la estética del producto. En cuatro palabras: tiene un diseño estúpido. Sin embargo, cuando alguien critica el diseño de nuestro regalo puede que tratemos de justificarlo, ya que al haber sido un regalo de un amigo hacia nosotros podríamos sentirnos "insultados" por dicho amigo si reconociéramos que nos ha regalado algo estúpido.

He de decir que dicha reacción puede ser totalmente contraria y que la persona que recibe el regalo puede sentirse insultada sin ningún intento de justificar nada ante nadie. Es más, cuanto más estima se siente por el amigo en cuestión, más insultados podríamos llegar a sentirnos. Normalmente esto sucede en aquellas personas que "creen" que en el fondo el insulto es merecido, es decir, personas con una autoestima baja (o inseguridad) en algún aspecto que se ha "tocado". Si os sentís aludidos os invito a que reflexionéis sobre un caso reciente y/o sobre algún acontecimiento que tengáis presente en vuestra memoria... pero ante todo, no os sintáis insultados por mis palabras (me río).

Dicho lo anterior y sea cual sea nuestra reacción como consecuencia de nuestras fortalezas y debilidades, es evidente que nos sentimos heridos a la mínima crítica o ataque hacia algo o alguien que apreciamos. Otro claro ejemplo es que después de pasarnos media hora criticando a nuestra madre o a nuestro padre en presencia de un amigo, nos quedamos petrificados cuando nuestro amigo también se dispone a criticarlo(a). "Eso sí que no. Yo puedo criticar a mi madre todo lo que me plazca pero que nadie más se atreva ni tan siquiera a mencionarla".

En la vida sucede otro tanto de lo mismo. Cada uno de nosotros hemos construido una vida sobre los cimientos que buena o malamente han podido darnos desde el mismísimo día en el que nacimos. Algunos hemos tenido la suerte de habernos criado y educado con las necesidades básicas bien cubiertas, incluso con una buena educación. Otras personas puede que no hayan tenido una infancia digna o tal vez no se les haya brindado la posibilidad de estudiar una disciplina que les permitiera desarrollar sus cualidades tanto a nivel personal como profesional. Sean cuales sean las circunstancias individuales de cada uno, hay algo que debemos tener presente: a partir de un momento en la vida cada uno somos responsables de lo que hacemos con ella. No hay culpables del nefasto pasado ni del aterrador futuro. Sólo existe un único responsable del presente y ése precisamente eres tú. Tu vida es tuya y debes amarla sólo por el hecho de que es tuya. Ni criticarla ni lamentarla. Amarla.

Obviamente cuando somos niños poco podemos hacer para escaparnos de una mala vida. Desgraciadamente es en esta época de la infancia y de la adolescencia cuando más nos marcan las vivencias personales, las experiencias, las circunstancias familiares, las relaciones sociales... y es precisamente cuando menos podemos hacer para cambiar las cosas. En eso estamos de acuerdo. Pero siempre acaba llegando el día. El día en que nosotros debemos guiar nuestra vida porque de lo contrario nadie más lo hará. El día en que nadie se apiada de ti. El día en que la sociedad te exige responsabilidades a ti, no a tus padres.

Es a partir de ese día cuando debemos dejar de lamentarnos del pasado y debemos comenzar a construir nuestra verdadera vida. La vida que queremos tener. La persona que queremos ser. Si a alguno de vosotros os viene a la mente la idea del dinero y de un estilo de vida basado en el materialismo, os anticipo que os estáis desviando de la intención de mis palabras. El dinero facilita mucho las cosas pero no compra la felicidad. La felicidad se construye desde dentro, siendo lo que realmente queremos ser porque nuestra esencia nos lo está pidiendo una y otra vez. La felicidad no es pasajera, la felicidad es un estado permanente de equilibrio y coherencia con nosotros mismos, por sentirnos orgullosos de lo que somos, de lo que hacemos, de lo que sentimos, de lo que pensamos y de lo que decimos.

La felicidad no se compra, la felicidad se construye desde el amor, desde el amor a nosotros mismos. ¿Todas las personas ricas son felices? No. ¿Todas las personas pobres son felices? No. Algunas sí y algunas no. Si les preguntas el motivo de su felicidad en la vida (no en un momento de euforia concreta por algo que les ha sucedido), su respuesta no será el dinero. Su respuesta será el amor. El amor a las cosas que hacen. El amor a las personas de las que se rodean. El amor a uno mismo. Si no somos capaces de sentir el amor propio jamás seremos capaces de acoger el amor que nos proporcionan las cosas y las personas que nos rodean. ¿Por qué? Creo que todos conocemos el cuento del patito feo.

El patito feo era un precioso cisne que desconocía su verdadera naturaleza porque desde pequeñito fue adoptado por una familia de patos. Se sentía tan diferente que no se quería a sí mismo y por lo tanto no era feliz. Un buen día paseando por el estanque se encontró con una familia de cisnes. Al comprender cuál era su naturaleza supo realmente quién era. Al saber quién era, no sólo se aceptó a sí mismo sino que se dio cuenta de que era un ser precioso y con una elegancia admirable. Eso bastó para amarse y ser feliz. Feliz consigo mismo y por consiguiente con el mundo que lo rodeaba.

¿Os habéis puesto a pensar por qué a veces nos sentimos patitos feos? ¿No creéis que podemos hacer algo para descubrirlo? Creo que es imprescindible que cada uno hallemos nuestro "lugar". Nuestro lugar no sólo es un espacio físico donde nos sintamos cómodos. Nuestro lugar es nuestra naturaleza. ¿Quiénes somos? ¿Cómo somos? ¿Qué nos apasiona? ¿Qué es lo que nos hace sonreír y qué nos hace llorar? Si encontramos nuestro "lugar" y nos rodeamos de todo aquello que nos representa y nos hace sentirnos en casa, habremos triunfado como la Coca-Cola.

Amigos lectores, la felicidad no tiene nada que ver con el dinero. La felicidad que nace del dinero es efímera y la felicidad efímera es euforia. Dudad de aquellos que predican que la felicidad va y viene por instantes porque probablemente estén hablando de otro término o simplemente no conocen la felicidad. Es posible que sigan en su carrera incesante hacia la consecución de la felicidad, esforzándose con la mente en comprender su desdicha mientras apuntan con el dedo a lo que les rodea lejos de querer descubrir su propia naturaleza. Dudad de aquellos que no se sienten responsables de sus vidas, de aquellos que buscan excusas en el presente, culpables en el pasado y miedos en el futuro. Dudad de todos ellos porque probablemente no han hallado su lugar en esta vida.

A todos vosotros que sé que os sentís responsables de vuestras vidas y que por eso habéis llegado hasta el final de estas líneas, mi más sincero respeto y admiración.
 

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