Cuando se dice que entre el amor y el odio hay una línea muy fina significa que quien lo descubrió lo vivió en sus propias carnes. No se trata de una mera frase hecha, fruto de una reflexión ideológica abstracta. Es la cruda y fatal experiencia puesta en palabras.
Siempre intento transformar mis sentimientos negativos en positivos, aunque estén relacionados con personas que voluntaria o involuntariamente me han hecho daño. La clave está en ver el lado positivo de las cosas y sacarle así el máximo provecho posible a una mala experiencia. Cuanto mayor beneficio saquemos más rotundo será nuestro éxito en la transformación de la negatividad.
Como toda realidad, este hecho también cuenta con la otra cara de la moneda. Hasta que el éxito no sea aplastante y el obstáculo emocional esté totalmente superado, nos enfrentaremos una y otra vez a momentos de inevitable rabia.
La rabia puede desencadenarse simplemente por un inadecuado descanso que hace que estemos más sensibles que de costumbre, por una frase que hemos leído y ha hecho que todas nuestras sangrientas piezas encajen formando un cuadro desgarrador, o bien porque simplemente desconocemos el perverso funcionamiento de nuestra mente.
Hoy he leído un texto que decía:
“Las normas básicas del amor:
1. No mientas
2. No engañes
3. No trates mal a tu pareja con la intención de que se aleje de ti
4. No juegues con los sentimientos de nadie sólo porque no sepas qué hacer con los tuyos
5. Si psicológicamente no estás preparado para amar, no despiertes ilusiones o te involucres emocionalmente con nadie. Sé sincero y comienza por amar la vida y a ti mismo.”
Tras haberlo leído mis sangrientas piezas han encajado perfectamente dando vida a un cuadro desgarrador. He sentido mucha rabia, mucho odio, mucho dolor.
Lo único que me reconforta es saber que yo quedo fuera de esa especie de personas, por haberme demostrado que soy capaz de sentir amor, mucho amor… empezando por mí misma.
Espero que estos miserables momentos sean los últimos coletazos para lograr una victoria emocional bien merecida. A respirar hondo y adelante.
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