En un rincón de Austria, a apenas dos kilómetros del pueblo de Wilhemsburg, una joven pareja regenta un hotel rural a pie de carretera. Ella roza una especie de locura al servicio del cliente. Corre de un lado a otro del hotel, cumpliendo promesas a todas horas, con el único fin de agradar al huésped. Alegre, algo istriónica y especialmente inquieta, esta mujer no pasa desapercibida en la región.
El marido, dedicado a la cocina, apenas se asoma por las estancias públicas. Sin embargo, es el responsable de todas aquellas delicias cocinadas con exquisito cuidado y materia prima de primera calidad. Poseen una granja propia con multitud de animales. Todos los productos del restaurante son de cosecha propia, garantía de una calidad única por aquellos lugares.
Los padres de ella dedicados igualmente al negocio familiar, disfrutan del buen hacer que aportan a la familia. Sus servicios son impagables. La madre, una mujer mayor pero visiblemente con todas las capacidades de movimiento intactas, aparece en las cenas y en los desayunos prestando todas las atenciones a los comensales. El padre, un caso sin igual. A sus 94 años, se pasea por cada una de las mesas dando pasitos diminutos pero con total autonomía, y mira a los viajeros a los ojos, uno a uno, mientras sonríe tras su mirada azulada. Dispone las servilletas y los cubiertos frente a los comensales, con una ilusión que deslumbra desde la lejanía. La ilusión de haber cumplido su misión en esta vida y de poder disfrutar de sus últimos años junto a los suyos, siendo tan imprescindible como el primer día de su paternidad.
No es fácil encontrar a personas que derrochan tanto esplendor en sus ojos, sincero reflejo del alma. No es fácil encontrar a personas con sueños cumplidos, con vidas completas, con almas saciadas radiantes de felicidad. Tal es la dicha de este señor, que pequeños detalles tales como una servilleta de papel colocada en el lugar adecuado en el momento preciso, se convierten en una danza de sirenas. Poseedor de la sabiduría de la vida, sabe que la vida es mucho más que una secuencia de etapas expuestas al juicio de la humanidad. Mucho más que un cúmulo de obligaciones y deberes. La vida parece ser la única oportunidad para que un alma pueda alcanzar la sabiduría. Un libro abierto hacia la verdad, cuyas páginas deben ser bailadas al son de las letras, no simplemente leídas.
Creo que difícilmente olvidaré la mirada de aquel señor que conocí en un rincón de Austria, entre montañas, ríos y ciervos despistados. Difícilmente olvidaré la historia que sin duda alguna se oculta tras sus años. La sabiduría en estado puro. La misión cumplida a las puertas de conocer la verdad de la existencia.
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