La imagen que reflejamos

22.02.2015 17:52

Esta semana me ha ocurrido algo “mágico”. Las cosas no ocurren porque sí; cuando ponemos el corazón en algo,  es casi inevitable que ocurran cosas mágicas. Hacía unos meses una amiga me había prometido que iba a hablarle a un amigo de mi música y de mi interés en las bandas sonoras. Este amigo suyo es una persona con ciertos contactos en el mundo audiovisual, así que yo acepté encantada su promesa.

Esta semana, en un abrir y cerrar de ojos, y gracias al contacto de mi amiga, pude tener un encuentro con un realizador de cine. Quedamos a las siete de la tarde y estuvimos revisando mis vídeos y canciones durante más de tres horas. Me gustó su forma de enfocar el proyecto. En ningún momento se cuestionó si aquello era posible o no. Por supuesto que era posible, sólo teníamos que decidir cuál iba a ser el tema principal para realizar el vídeo clip y darme así a conocer.

Me enseñó algunos ejemplos de webs de artistas que se dedican a crear bandas sonoras de diversos géneros. El mercado es muy amplio, así que lo primero de todo debía decantarme bien por un estilo propio, o bien por abrirme a cualquier género. Tras revisar un par de ejemplos tuve claro que quería dedicarme a mi estilo propio. Sé que esto implica una limitación a la hora de llegar a los clientes potenciales, ya que las posibilidades se reducen drásticamente. Por otra parte, sé que debo ser fiel a mi estilo si quiero seguir disfrutando de la música. Si acepto lo que me gusta y lo que no, mi pasión acabará convirtiéndose en negocio… y los negocios sin corazón tienen fecha de caducidad.

Emocionada con mis avances, he estado buscando en mi repertorio la canción con la que más me identifico, aquella que muestra una idea o valor esencial en el que yo creo firmemente. Para no perder la objetividad del proyecto, he pedido a tres amigos que hagan lo mismo por mí: que revisen mis canciones y que escojan una, la que más identifican con la imagen que cada uno de ellos tiene de mí. Como no podía ser de otra forma, le pedí a mi madre que escogiera una canción y que me explicara por qué la escoge.

Esta tarde tenía tres llamadas perdidas de mi madre. La pobre se había pasado toda la mañana escuchando mis canciones y había preparado una clasificación. No pudo escoger una, pero detecté en el transcurso de nuestra conversación, que dos o tres títulos salían nombrados repetidamente. Le pedí que me explicara cuál era la cualidad de mí que percibía en aquellas canciones y la respuesta me dejó petrificada. Me dijo que era una persona inquieta, inmersa en una búsqueda continua. Le parecía que tenía “algo pendiente de resolver” y que vivía con un “vacío”. Me entristeció mucho oír aquello de mi madre.

Soy una persona inquieta, siempre lo he sido y espero seguir siéndolo hasta el día que me muera. En eso estamos de acuerdo. Lo que me entristece es que el hecho de estar probando continuamente cosas nuevas y teniendo experiencias vitales se identifique con un vacío. Es posible que el matiz de haber vivido una gran decepción sentimental hace unos pocos años, le haga pensar que sienta un vacío que trato de rellenar con experiencias. Para mí es justo lo contrario. Las experiencias vitales me llenan como persona, y todas las sensaciones, emociones, alegrías y tristezas que he experimentado los últimos años han llenado mi alma de mí misma. Lo malo hubiera sido “llenarme” falsamente de otra relación sentimental, y convencerme a mí misma de que eso es lo que me hace feliz.

Los que me leéis sabéis que soy una auténtica defensora de la felicidad en uno mismo, sin la necesidad de que otra persona reemplace nuestras obligaciones para con nosotros mismos, con nuestro alma, con nuestras pasiones, con nuestro camino a seguir en esta vida. Todo esto debe quedar cubierto cueste lo que cueste, ya que de lo contrario exigiremos a otras personas que nos hagan felices, y eso no funciona.

Todavía no me he decidido por un tema para mi vídeo clip. Esta tarde es posible que una de mis amigas me dé su opinión, y mañana reciba el “feedback” de mis otros dos amigos. Uno de ellos ya me ha anticipado que le resultará muy difícil escoger una canción de mi repertorio, ya que según él no las identifica con mi forma de ser. Es curioso cómo las personas podemos tener imágenes tan diversas…

Y os preguntaréis… “¿y tú cómo te ves?”. Soy inquieta pero paciente (muy paciente), ecléctica, independiente, un alma libre, acostumbrada a vivir confundida y a tomar decisiones aparentemente seguras, romántica (aunque mis palabras habladas no lo reflejen tanto), graciosa, ocurrente, luchadora, optimista, a veces demasiado inocente, honesta, sincera… pero (siempre hay un pero) obsesionada con el amor incondicional. Creo que en nuestra vida real no existe y eso me entristece.

Es posible que mis canciones reflejen esa obsesión que hay en mí, pero no es un vacío, es una obsesión. La obsesión de que el amor verdadero y para toda la vida no existe. Cuando una idea tan poderosa se nos asienta en la mente corremos el riesgo de que se filtre por todos nuestros poros y de que finalmente reflejemos una imagen que no nos corresponde. Debemos tener mucho cuidado con los pensamientos negativos y no concederles el privilegio de adueñarse de nuestra mente.

¡A ver cómo lo soluciono!

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