Las castañas de mi vida

14.12.2013 13:11

Las castañas de mi vida. Ayer por la tarde, mientras caminaba hacia el trabajo, paré en un puesto de castañas de mi barrio. Pensaba comprar media docena pero finalmente pensé que sería buena idea llevarles a mis compañeros de trabajo una docenita. Sabía que no llegarían muy calientes, pero sólo el hecho de compartirlas y dar así un toque navideño a una tarde de viernes, hizo que fuera un día diferente.

Mientras tecleaba el ordenador, observaba el cucurucho marrón a mi derecha en la mesa, todavía con algunas castañas en su interior. Recordé lo mucho que me gustaban aquellas castañas. Su olor, su textura, su color... Recordé cuando era pequeña y nos sentábamos a la mesa con mis abuelos. Aquella mesa grande de madera cubierta por un mantel viejo. La chimenea encendida a mis espaldas y en frente, la pared de piedra, siempre húmeda, donde mi abuelo se sentaba en un banco hecho de piedra y madera oscura, a lo largo de la mesa.

Mi abuela nos asaba castañas un día sí y otro también. A mi abuelo le encantaban y a mí también. Delante mío se sentaba mi abuelo y a mi derecha mi abuela. Ambos sacaban las castañas calentitas del interior de un trapo de cocina de color rojo, con líneas de dibujos muy pequeños. Era un trapo que pertenecía a un juego de mantelería con sus servilletas correspondientes, y que con el paso del tiempo el color rojo se desgastó, dándole un aspecto viejo pero muy familiar. Juraría que mis padres todavía conservan esas servilletas.

Mi abuela cogía dos castañas, las pelaba y me daba una, calentita, redondita y amarilla, como a mí me gustaba. Mi abuelo hacía lo mismo. Llenaba su mano de castañas, las pelaba y antes de que se enfriaran me las ponía delante. Los tres disfrutábamos como niños. Ellos viéndome comer con los ojos como platos, y yo saboreando aquellas preciosas castañas amarillas, sabrosas, calentitas. Qué recuerdos. Hace años que nadie me pela las castañas, pero aun así mantengo viva aquella imagen, y la disfruto como si fuera real.

Desde entonces, el motivo principal por el que espero la llegada del invierno con ilusión, es por las castañas de mi vida. Castañas llenas de recuerdos.

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