Ofrendas a la Naturaleza

05.01.2015 12:43

Siempre me han fascinado los temas relacionados con la mitología, la brujería y las leyendas. Más aún cuando están estrechamente ligadas a la tradición y a la cultura de un país. En el País Vasco existe una profunda vinculación entre sus gentes y la naturaleza, es por ello que cuenta con una cultura ancestral muy arraigada, especialmente en los pueblos, y muchas veces relacionada con temas de brujería y esoterismo.

Soy conocedora de que en estas tierras han habitado (y habitan) mujeres extremadamente sabias, que han vivido (y viven) en sintonía con la naturaleza. Conocen sus secretos, conocen sus necesidades, su poder, su bondad y también su maldad. Han sabido escucharla a través de los siglos y por eso la respetan. Hacen uso de lo bueno que la Madre Tierra les concede y respetan el poder que ésta ejerce sobre sus vidas.

Vivimos en un equilibrio natural. Todo a nuestro alrededor está en orden. Aparentemente en orden. Bien es sabido que una acción provoca una reacción, de forma inmediata o no, pero siempre hay una reacción. Al igual que la física cuántica y la macro cósmica son dos disciplinas que componen una misma unidad (esta unidad no ha sido resuelta actualmente), nuestras acciones a pequeña escala también implican un movimiento equivalente a gran escala. Somos parte del universo, seres de la naturaleza. Por mucho que evolucionemos hacia una vida tecnológicamente sofisticada y alejada de lo natural, no podemos renunciar a nuestra naturaleza universal, siempre la llevaremos dentro de nuestro ser.

Nuestras acciones deben ser armoniosas y coherentes con la naturaleza. Crearán reacciones, que serán igualmente armoniosas, y sólo así seguiremos manteniendo el equilibrio de lo natural, de lo que debe ser. Si pretendemos actuar de una forma antinatural, si pretendemos coger un camino que no nos corresponde, la naturaleza responderá a esta acción, pero no será una respuesta coherente, porque se verá obligada a restablecer el equilibrio que ha perdido. Esto nos lleva a pensar que la magnitud de la respuesta tiene una correlación positiva con la magnitud de nuestra acción. Cuanta más acción más respuesta.

La bondad de la respuesta también tiene una correlación positiva con la bondad de nuestras acciones. El problema viene cuando nuestras acciones son malas. Cuando digo malas hablo de mala intención. La mala intención pretende conseguir algo que no nos corresponde haciendo el mal, causando dolor a nuestro alrededor. Cuando causamos dolor sin mala intención, no puede hablarse de maldad. Es aceptable hablar de “error” o “equivocación”, aunque a mí me gusta denominarlo “experiencia”. Una experiencia con sus consecuencias y con sus lecciones. Las lecciones no deben entenderse jamás como un castigo, sino más bien como una oportunidad de aprendizaje y crecimiento personal y espiritual.

Cuando queremos conseguir algo que no nos corresponde causando el mal, la naturaleza responderá en la misma medida, tarde o temprano. ¿Por qué? Porque necesita restablecer su equilibrio. Según la mitología vasca, hace alrededor de cuatro siglos se practicaba la brujería en algunos puntos de su geografía. No se sabe si esta práctica ocurrió tal y como se transmitió según la tradición, o si realmente fue una historia que surgió por la fuerte presencia de la Inquisición española en estos parajes.

Los vascos siempre fueron personas muy arraigadas a su entorno, a su naturaleza, a sus valles y montañas, ríos y mares, animales y plantas. Hubo (y hay) muchas curanderas y herboleras habitando los caseríos que aún permanecen en sus lugares de origen, desde antaño hasta hoy en día. Tal vez estas prácticas se tergiversaron y se produjo una gran confusión y miedo ante lo desconocido, asociándolo a asuntos esotéricos y de brujería. La ignorancia siempre fue muy atrevida y peligrosa.

En cualquier caso, la tradición cuenta que existían seres humanos que llegaron a adorar al Mal porque buscaban mejorar sus vidas, querían obtener a cualquier precio lo que no les correspondía. Esta gente se reunía cada viernes por la noche, se dice que en cuevas o en casas particulares situadas en lugares apartados, con el fin de adorar a un líder que representaba al Mal y que les concedía lo que deseaban a cambio de ofrendas. Las ofrendas eran necesarias para “sostener” la furia de la naturaleza. Sólo si se concedían ofrendas a los dioses de la naturaleza se permitía romper el equilibrio natural, es decir, se permitía obtener aquello que no estaba destinado.

Bien es sabido que actualmente existen numerosas sectas satánicas precisamente con este mismo fin: obtener algo que no corresponde, normalmente una situación económica placentera o una sanación milagrosa. Los líderes de estas sectas suelen ser personas muy bien relacionadas, poderosas en la sociedad, de forma que pueden ofrecer cambios inimaginables en las vidas de sus seguidores. Pero siempre regirá una norma: no se puede renunciar al grupo. Los que dejan el grupo se verán inmediatamente rodeados de desgracias, dolor y sufrimiento en sus vidas. Perderán sus trabajos, su dinero, sus familias. Presenciarán muertes trágicas de sus seres queridos, enfermedades crueles e injustas. Comenzarán a pagar el precio por estar disfrutando de algo robado sin ofrecer nada a cambio.

Nunca entendí el porqué de las ofrendas, de los sacrificios. Ahora sé qué es lo que durante cientos de años se ocultaba (y se oculta) tras estas prácticas. He vuelto a toparme con el concepto de la “naturaleza/universo” y con el concepto del “destino”. Creo que lo que debe ser será y lo que no, no debe ser "forzado". Al mismo tiempo creo en la acción. Pienso que la vida debe ser vivida desde la acción, no desde la resignación y la espera, en el sentido de “a ver qué nos cae del cielo”. Los cambios hay que buscarlos, hay que salir a buscarlos. El matiz está en que las acciones deben ser bondadosas, no malintencionadas.

Una vez más vuelvo a la misma conclusión: debemos actuar de acuerdo con nuestro corazón. Sólo cuando actuamos desde el corazón somos coherentes, vivimos en armonía con la naturaleza, con el amor y con nosotros mismos. Y os aseguro que es el único camino para llegar a nuestro destino, a obtener lo que nos corresponde, a ser nuestra propia esencia... a comprender el sentido de nuestra vida.

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