Cada vez tengo menos claro qué es o cómo reconocer el amor verdadero. Siempre he pensado que existe, con la única diferencia de que cuando era jovencita pensaba que podía ser para toda la vida. Años después comencé a cuestionármelo y pensé que tal vez existía pero de forma efímera, así que habría que disfrutar del momento mientras durase. Ahora mismo creo que estoy en un escenario mixto, entre lo eterno y lo efímero, y entre la incondicionalidad y la pasión.
¿Puede existir un amor que te permita vivir siendo tú misma, libre, pero que al mismo tiempo sientas que siempre estará allí para ti? La sensación que todos los seres humanos anhelamos y necesitamos es la de sentirnos queridos, protegidos, acompañados y apoyados incondicionalmente contra viento y marea. Lo que no tengo claro es si para sentirnos así es mejor (o peor) estar físicamente con la otra persona, tener una relación de pareja, con todo lo bueno y malo que ello supone. La verdad es que no lo tengo claro.
Creo que la mayoría de nosotros que hemos vivido largas relaciones de pareja y hemos logrado entregarnos sin condiciones, sabemos que mientras estamos emparejados no vivimos en un equilibrio emocional. Somos más sensibles y vulnerables a cualquier actuación/reacción que viene de nuestra pareja. Nos sentimos heridos con facilidad. Nuestra piel se eriza continuamente, mientras nos planteamos lo mejor y lo peor. Un calor interior nos sofoca constantemente sólo con imaginarnos lo que no queremos que jamás suceda, y preferimos apartar muchos pensamientos de nuestra mente convenciéndonos a nosotros mismos de que nuestra relación es inmune a esas “pesadillas”. Pero cuando tus pesadillas cobran vida y se presentan ante tus ojos el mundo se desmorona. Dejamos de confiar, dejamos de creer, dejamos de sentir. No distinguimos entre la realidad y las pesadillas, y creemos que todo lo vivido ha sido una mentira. En cierto modo es así.
Cuando no estamos enamorados estamos equilibrados, nos enfocamos en nosotros mismos. Agudizamos nuestra capacidad de hacernos felices, descubriendo día a día aquello con lo que disfrutamos y reímos. Si a esto le sumamos la compañía incondicional de alguien que sabes que siempre responderá a tu llamada, sea la hora que sea, esté donde esté, esté con quien esté, tanto si comparte lo que piensas como si no lo hace, que se preocupará por ti aunque hayan pasado años desde la última vez que os visteis, y que además, tú seguirás siendo la persona especial por la que posiblemente sonría cuando piense qué está haciendo en este mundo… no me queda más que pensar que el amor se disfraza curiosamente para respetar nuestra naturaleza y nuestra necesidad de realización personal, pero sin olvidarse de nosotros. No sé si ésta es la fórmula óptima del amor, pero lo que sí sé es que puede funcionar durante una etapa de la vida. Es posible que el amor vaya cambiando su disfraz según vamos creciendo y nuestras necesidades van transformándose.
Valoro enormemente poder disfrutar de este momento, equilibrado para mí, y que al contrario de cuando tenía una relación, me permite crecer como persona más allá de mis límites. La verdad se descubre al final, y no será más que una verdad relativa. Sólo para quien la vive. Nunca será una verdad universal. Y esa verdad será la que dejaremos al final de nuestras vidas.
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