Sólo puedo decir... Gassho

06.12.2014 13:07

Llevaba más de media hora esperando. Algo me decía que iba a merecer la pena. El camino que me llevó hasta allí no podía fallar, era el correcto, sin duda alguna. Sentado en su silla me miraba de refilón, como si sintiera mi impaciencia. En realidad no me sentía impaciente, simplemente esperaba. No sabía lo que me iba a decir y yo tampoco había pensado si debía decir o hacer algo en particular.

La mujer que estaba sentada delante de él se levantó y con una suave sonrisa se marchó. El asiento quedó libre para mí. Le miré, me acerqué y me senté justo en frente de él. Apenas me miró. Me pidió mi pulsera de cuarzo rosa. Mientras la sostenía entre sus dedos, se apresuró a dibujar el contorno de unos ojos y unas cejas en el papel. Permanecimos en silencio unos seis segundos. De pronto alzó la cabeza y me preguntó: “¿Te gusta la música verdad?”. Mi respuesta fue claramente afirmativa. “¿Qué instrumentos tocas?”. Le expliqué en dos frases mi relación con el piano y con la guitarra. No le dije ni que cantaba ni que componía, nada de nada. De hecho pensé que tal vez estaba siendo un poco fría con él.

El rostro sobre el papel iba cogiendo forma. Yo no apartaba la vista del incipiente retrato, tal vez, con la esperanza de reconocer a la persona que iba surgiendo de la nada. Estaba claro que era una mujer mayor. Sus ojos me llamaban la atención. Eran ojos claros, con la mirada triste y penetrante. Él mismo incrédulo me comentó: “No sé si en tu familia hay alguien con cabello oscuro… pero esta mujer tiene el pelo algo oscuro. Creo que es de la familia de tu padre”. Efectivamente. En la familia de mi padre hubo mujeres con facciones muy duras y de pelo algo oscuro. Aun todo ello, aquella señora no era mi abuela paterna.

“Esta persona está aquí porque quiere ayudarte con la música. El mensaje para ti es que debes seguir componiendo. Las personas podemos tener diferentes talentos y habilidades, y ella reconoce el talento de la música en ti. Lo llevas en los genes. Te está ayudando porque necesitas creer en ti y confiar en tu música. Debes buscar tu forma, no seguir el ejemplo de nadie.” Me quedé atónita. Obviamente no era un mensaje “comodín” que puede servirle a cualquiera, mientras piensas que tal vez tenga razón. En este caso estaba hablando de mí, en mi pura esencia.

“Se te da bien la sanación. Utilizas la música para sanarte. Creo que podrías crear música para sanar a los demás”. Una vez más tenía razón. Siempre tuve una especial tendencia por la medicina, aunque entendida de una manera más hogareña. Siempre he pensado que alrededor nuestro se encuentra la cura de todos nuestros males físicos y psicológicos. Sólo debemos escucharnos a nosotros mismos para saber lo que necesitamos para curarnos, para ser sanos y felices. A veces son remedios caseros que se me ocurren sin más. Siento la confianza de que algo debe funcionar y así lo hago.

Hace casi un año pensé que debía dedicarme a componer música para la relajación… ahora creo que podría ser música para la meditación. Un sendero inesperado ha ido recogiendo mi habilidad para la sanación, mi gusto por los enigmas, mi música y mi escritura, y lo ha fusionado todo, milagrosamente. Allí estaba yo, sentada frente a un desconocido que en tan sólo tres minutos me estampó en la cara todo lo que me había llevado 37 añazos en descubrir!!!

No sabía cómo dar fin al encuentro, así que le dije con un tono algo sarcástico que ahora estaba segura de que iba a triunfar. No lo dije con mala intención pero después me quede pensativa. Tal vez pensó que no me había creído nada de lo que me dijo y que era mi manera de echárselo en cara. Siento mucho el malentendido si fue así. En realidad no sabía cómo despedirme, sin más.

Llegué a casa con el retrato plastificado bajo mi abrigo. Estaba lloviendo a cántaros, así que protegí a mi guía espiritual con mi cuerpo. Una vez a salvo, la observé durante un largo tiempo. La verdad es que me resultaba muy familiar, pero desde luego no era ninguna de mis abuelas. Le saqué una foto y se la envié a mi madre. Enseguida se pusieron en marcha las labores de investigación. Mi padre decía que él no conocía a aquella señora, y madre, toda astuta, le insinuó que él tenía mala memoria y que tal vez otro familiar nos sería de más ayuda. Han pasado siete días desde entonces y mi madre sigue buscando, como los cromos.

Mientras tanto la vida continuaba, así que me propuse a pagar una multa de tráfico que me llegó hacía unos días. Me notificaron a través de la Agencia Tributaria, cosa que no entendía. Había estado en varias ocasiones en Tráfico gestionando algunos temas y en ningún momento me informaron de que tenía una multa por exceso de velocidad y para la que había vencido el plazo de apremio. En fin, ésta es otra batalla.

De pronto me acordé de una llamada de mi madre hacía cosa de un año. Yo estaba trabajando en la oficina. Eran las cuatro de la tarde. Mi madre estaba al borde de un ataque de nervios. Un primo de mi padre le llamó a casa para decirle que alguien de Tráfico les llamó por teléfono preguntando por mí. Enseguida supusieron lo peor. Mi madre me llamó insistentemente y cómo no, esta semana recordé aquella llamada.

La multa de tráfico, el recuerdo de aquella llamada y… el primo de mi padre. No tenían relación, pero aquel flash en mi recuerdo debía ser por algo. Le pregunté a mi madre quién era el primo de mi padre y a ver si conoció a su madre. En mi familia no había músicos ni músicas, así que tal vez unos grados de consanguineidad más allá encontrábamos algo. Para mi sorpresa me contó que aquel hombre tenía una hija (que se apellida como yo claro) que era cantante y que jamás pudieron sacarle de la cabeza la idea de ser cantante. Me quedé fascinada. La busqué en internet, la escuché y lloré. Por algún motivo me sentí identificada con aquellas canciones, con aquella música. Hablábamos de los mismos temas. Creo que nuestras almas se parecen mucho.

Esa noche puse a todo volumen una canción de ella en casa, para que la señora del retrato la escuchara. Era su abuela, y el parecido de ambas era sorprendente… y su pelo oscuro. Aquella mirada lo decía todo. Me salieron las lágrimas al averiguar quién era ella, y al pensar que su nieta sí que había sabido escuchar el impulso de su corazón. A mí me quedaba un largo recorrido por delante.

Conseguí pagar la dichosa multa de tráfico. Me informaron de la fecha de la multa: fue el 13 de Noviembre del año pasado, dirección a Zaragoza. Ese día mi padre fue intervenido por un cáncer muy agresivo. Algunos médicos no le dieron muchas esperanzas. Ese día cogí el coche para estar con él. A pesar de mi exceso de velocidad, cuando llegué ya estaba en el quirófano.

Después de más de un año, siento que aquella intervención de mi padre desencadenó mi multa, y la multa hizo posible que yo descubriera mi talento innato. El darme cuenta de que mi talento es innato me ha ayudado a confiar en mi música, justo lo que un desconocido me pedía a través de un mensaje de mi guía espiritual. Ayer por la noche confié en mi música y me abrí al mundo. Sé que el universo responderá en mi favor, así que sólo puedo decir una palabra: “Gassho”.

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