Un instante para la compasión

08.06.2013 19:26

En uno de los libros que estaba leyendo, se apelaba repetidamente a la compasión y a la importancia que ésta tiene al reconocerla en uno mismo y en los demás.

De pronto me vino a la memoria un instante imborrable de mi vida. Un instante de apenas 10 segundos que tuvo lugar una tarde de domingo de 2002, posiblemente del mes de mayo o junio. Estaba con mi primer novio, en nuestro piso.

En esa época loca compramos un piso en la playa, a unos 50 kilómetros de nuestro pueblo. Recuerdo que no estábamos pasando una buena época; en realidad intuía que todo estaba llegando a su fin. Los celos de él eran incontrolables y cada vez más se daba a la fiesta. Al día siguiente, normalmente domingo, nos íbamos a nuestro piso como si de alguna manera estuviéramos conviviendo. Nunca sentí una convivencia a su lado, y lo peor, no soportaba que ni siquiera me tocara.

Aquella tarde, como otros muchos domingos, él estaba cabreado. Iba de un lado a otro sin dirigirme la palabra, y por su forma de moverse, desprendía mucha energía negativa, rabia, furia.

Nuestra relación no funcionaba. Habíamos entrado en un juego psicológico peligroso. Él sentía celos constantemente, sobretodo cuando estábamos de fiesta.  No podía hablar con ningún amigo y mucho menos quedarme despistada mirando a algún chico. Cuando algún desconocido se acercaba a decirme algo, yo rezaba para que él no se diera cuenta. En fin, nunca piensas que puedes llegar a una situación así hasta que te ves metida hasta el cuello.

Aquella tarde de domingo estaba en la cocina de nuestro piso. Recuerdo que entraba el sol del atardecer por la ventana del patio, y por miedo a enfrentarme con él en el comedor, me quedé por un momento mirando los objetos que había encima de la cocina. Vi su juego de llaves, su monedero y su crema labial. De pronto sentí una gran compasión. Sentí todo su dolor, su amargura... con una mezcla de ternura, cariño y amor hacia aquel ser que tanto estaba sufriendo.

En ese momento no me preguntaba el porqué de su dolor. Simplemente lo sentía muy dentro de mí y me apiadé de él. Sentí una gran compasión por él. Y sentí una gran compasión por mí. Así fue cómo mi corazón se abrió por última vez para acogerlo y dejarlo ir.

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