Una semana surrealista

29.03.2015 17:37

Esta semana ha sido extraña. El lunes comenzó con un incidente desafortunado en mi departamento. Fue un tema que afectaba directamente a un compañero, y como ya intuía, ha supuesto un antes y un después en nuestro día a día. La sensación de estar viviendo una situación irreal, inmersa en una especie de sueño, se manifestó al comenzar la semana.

A la salida del trabajo me llevé otra pequeña sorpresa. No puedo decir que haya sido inesperada, pero tal vez muy lejos de lo que yo esperaba de alguien. No quisiera profundizar en este asunto, ya que ello supondría remover mis entrañas sin sentido. No merece la pena. Únicamente diré que deberíamos actuar responsablemente en la vida, sobre todo cuando sabemos cuál es nuestra naturaleza y somos perfectamente conscientes del daño que vamos haciendo a las personas que se nos entregan.  Hay una frase de Albert Einstein que me encanta, y dice algo así como… “no lances la pelota si no estás preparado para recibirla de vuelta”.

Al día siguiente llegó la triste noticia del accidente aéreo en el trayecto que une Barcelona con Dusseldorf. Estaba tecleando un informe en la oficina cuando con el ánimo de distraerme un rato, consulté las noticias. En seguida vi el titular alarmante del accidente. Al leer “Barcelona” el corazón se me giró. Obviamente se esperaba que un elevado número de pasajeros fuese de nacionalidad española, y no pude evitar pensar que al igual que yo, decenas de personas viajarían en ese avión por motivos laborales. Por un momento, supongo que mientras especulaba inconscientemente sobre las causas del accidente, recordé las terribles turbulencias de hace apenas unos días en mi vuelo a Sao Paulo.

A la vuelta de Sao Paulo a Barcelona, las azafatas nos dieron un código de wifi para conectarnos durante el vuelo. Antes de dormirme me quedé pensativa mirando el cupón. La capacidad de descarga de datos era básicamente para enviar unos cuantos mensajes de texto, pero no para navegar por las redes sociales. Tuve un arrebato por conectarme y de proceder como siempre con la rutina de verificación de mis “espacios” virtuales. Mi cuenta de correo, mi canal de Youtube, Facebook (sólo por si había alguna novedad en el mundo Reiki), Google+, LinkedIn, Whatsapp… y vuelta a empezar. Sin sentido. Tal vez porque necesitaba un argumento sólido para no caer en esa trampa de dependencia virtual, opté por guardar aquel cupón “por si acaso”. Me imaginé que en caso de accidente no me vendrían nada mal unos pocos mensajes de Whatsapp. Así de crudo. Me quedé dormida pensando en las personas de las que me despediría. Simplemente podría enviarles un “Me he acordado de ti. Me alegro de haber coincidido en esta vida contigo. Nos vemos pronto. Un beso.”

Cuando aterrizamos y le explique a mi compañero por qué no había hecho uso del cupón, me miró algo perplejo. Es verdad que siempre digo que cuando vuelo evito pensar en posibles accidentes. Así suele ser, porque desconozco cómo podría reaccionar si la situación fuera real. Creo que no estoy preparada para morir. Lo pienso con frecuencia. En realidad creo que lo que me da miedo de esta experiencia es el sufrimiento. El mañana en otra dimensión no es lo que más me atormenta. Soy un ser demasiado inquieto como para temer saber lo que hay al otro lado.

Sin embargo, el paso por una destrucción física de mi cuerpo, de mi cara, de mis manos, de mi cabeza, de mis piernas y mi pelo… me atormenta. Si miro el lado bueno debería decir que me gusta mucho mi “envase”. Si me dijeran que el impacto equivaldría a quedarme dormida y no despertar jamás, no me angustiaría tanto. Me preocuparía por mi familia, por el dolor que soportarían por mi ausencia. Por eso pienso que una despedida en condiciones es clave. A mi madre le diría que estoy bien, que estoy tranquila y que no sufra por mí. Que estaré a su lado siempre, y que así se lo haré saber. Que siga viviendo la vida con alegría y que pronto nos veremos.

Son estas circunstancias dolorosas las que nos ayudan a poner las cosas en su lugar, lamentablemente. Sé que de algunas personas preferiría no despedirme, muy a mi pesar. Sólo me despediría de las personas que me han demostrado una y otra vez que me quieren. Las personas que no me quieren (a pesar de que yo sí les quiero) utilizarían mi mensaje para seguir siendo “víctimas” y para hacerse un poquito más “importantes” en sus vidas.

Al finalizar la semana necesitaba sacar todas estas emociones surrealistas de mi alma, y cómo no, compuse una canción. Con total sinceridad, me encantan el tema, el estilo y la letra. No obstante no he recibido muy buenas críticas… La semana no podía cerrarse de otra manera. A pesar de ello estoy feliz. Sólo tengo que recordar lo mucho que he disfrutado (y disfruto) cantando esa canción. Confío en mí misma, sé que aquí me tengo en las duras y en las maduras, así que adelante.

Como dice mi canción… “un día descubrí que el amor real está sólo en mí”.

—————

Volver