¿Y si el pelo tuviera memoria?

Esta mañana antes de salir de casa para ir a trabajar, estaba peinándome delante del espejo y miraba lo largo que tenía el cabello. Me ponía de lado, y observándome, pensaba que nunca había dejado que me creciera tanto. Mejor dicho, por más que lo intentaba nunca me llegó hasta tan cerca de la cintura como ahora.

En ese preciso instante mientras fijaba mi atención en las puntas de mi “precioso pelo”, tuve una inmensa curiosidad de saber cuál fue el día en que esas puntitas estaban en la raíz. ¿Sería 2 o 3 años atrás? ¿Fue cuando iba a clases de surf? ¿O acaso era cuando estuve viajando por Australia? La verdad es que no sé qué velocidad de crecimiento puede tener mi pelo… Si me hubieran pedido 10 euros por saber exactamente el día o la semana en la que mis puntas eran raíces, sin duda alguna esta mañana los habría pagado.

Después (todavía observándome en el espejo) pensé que si el cabello tuviera memoria estaría perdida. Y me reí un rato. Se me ocurrió que tal vez ésa fuera la causa de que me costara tanto despojarme de los recuerdos… y hasta me planteé cortarme el pelo a ver qué pasaba. Me volví a reír. Si hubiera tenido que pagar 30 euros por poder interrogar a un científico experto en “cabello y memoria”, esta mañana los habría pagado.

Al final de mi monólogo logré tres cosas. La primera fue que comencé a mirar con admiración a las puntas de mi cabello, ya que eran muy sabias según mi reciente descubrimiento. Se merecían un cuidado privilegiado. La segunda fue que se me ocurrió que podía cortarme el pelo por delante como si lo llevara cortito pero manteniendo mi larga melena por detrás. La tercera fue que llegué tarde al trabajo.

Puede que este fin de semana vaya a la peluquería y se lo proponga a mi peluquera, a ver qué opina. Y es que todos sabemos que tras estas pequeñas decisiones ocurrentes se esconde siempre una gran historia.